Religión, mambises, Holguín, Cuba
Religiosidad mambisa. Foto ilustrativa tomada del portal ciudadano Holguín

Religión, guerra y resistencia en Cuba

Los mambises habían creado un mundo espiritual que podíamos considerarlo como un elemento útil para comprender la gran resistencia. La religiosidad popular cubana era un soporte en ese sentido.

Pese a que la iglesia católica se oponía al movimiento independentista y apoyaba a España esto no mermó esa creencia del común de los cubanos en el panteón católico. Se sentía una especial devoción por la Virgen de la Caridad del Cobre. En esto pudo influir la misma aparición mitológica de su imagen.

Según la tradición fue encontrada por tres humildes vecinos de la Bahía de Nipe, en la jurisdicción de Holguín, flotando en el mar. Había aparecido en el corazón del universo de los criollos, en los territorios donde se sedimentó la nacionalidad con más fuerza.  La construcción de su mito no se trajo de España como ocurrió con las demás figuras de la religión católica. Era una virgen cubana y sobretodo oriental.

De esa forma el territorio holguinero aportaría uno de los grandes símbolos a la creación de la nacionalidad cubana. No fue asunto casual. Es de pensar lo que esto significaba para personas muy ligadas a un concepto regional de la vida como los holguineros orgullosos de su tierra. Máximo Gómez había caracterizado al cubano del siglo XIX con ese espíritu muy vinculado a lo local:

“El hijo de la tierra es hombre de condición esencialmente domestica; mejor dicho, es hombre de casa. Ni siquiera es dado a las aventuras callejeras. Joven contrae matrimonio, crea una familia, la educa en el molde de sus hábitos y llega a la vejez sin que la modesta historia de su vida haya traspasado los límites estrechos del batey de su hogar.” (1)

Este hombre tan ligado a un universo regional ya no solo vivía rodeado de parientes y amigos, del paisaje geográfico y cultural que lo vio nacer, sino también podía sentir que las fuerzas sobrenaturales alcanzaban cierto relieve de lo local, de lo conocido. Esta devoción por la virgen fue interpretada por el intelectual mambí Ignacio Mora escribió en su diario personal:

“El fanatismo del pueblo cubano raya en locura. La fiesta de la Caridad es un delirio para él. Sin tener que comer, pasa dedicados estos días en buscar cera para hacer la fiesta al estilo mambí, esto es, encender muchas velas y suponer que la imagen de la Virgen está presente. En todos los ranchos no se ve fuego para cocinar sino velas encendidas á la Virgen de la Caridad.” (2)

Un asunto menos tratado por los historiadores fue el papel de las llamadas religiones de raíces africanas en el universo de la resistencia mambisa. La mayoría de los que practicaban esa creencia eran analfabetos y no dejaron testimonio sobre sus religiones. Seguramente que tampoco fueron entendidos por la oficialidad que inició la guerra integrada por una culta elite blanca  que dejó numerosos testimonios de la contienda. Pero la historiadora Ada Ferrer nos dejó un interesante testimonio sobre aquellos olvidados y sus creencias que publicó en su libro  Cuba insurgente: Raza, nación y revolución 1868-1878  el que hoy reproducimos textualmente:

“El insurrecto Castulo Martínez, recordando sus encuentros con los palenques rebeldes, ofreció una vívida descripción de uno de esos intercambios. Los apalencados, quienes se identificaron como cubanos, habían establecido su campamento en un claro del bosque. Allí construyeron un altar con ramas, y en su parte superior colocaron la piel estirada de un chivo y la rodearon de docenas de ornamentos: accesorios de las peleas de gallos, cuernos de animales, caracoles, y rosarios hechos de semillas. Según Martínez, este chivo era el matiabo del campamento, “el dios protector del campamento”, y, por consiguiente, el foco del ritual  comunitario. Martínez describió cómo los miembros del lugar rodearon el altar cantando en una lengua africana, hasta que una de las mujeres del campamento sintió que un espíritu estaba dentro de ella y entonces cayó al suelo en medio de temblores. El jefe del palenque puso su mano sobre la cabeza  de ella y le preguntó dónde se encontraban los españoles. Respondió, repitiendo lo que el espíritu le había dicho. Los insurrectos testigos de estas ceremonias estaban tan asustados que llegaron a creer que la piel del chivo había sido rociada con sangre humana y que contenía restos de los españoles muertos.” (3)

La buena madre de Cristo y este matiabo parecía estar atenta a los muchos sufrimientos de sus hijos antillanos. No los pudieron rescatar de los pelotones de fusilamientos, de la acción implacable de las contraguerrillas, pero por lo menos estos sufridos combatientes debieron de sentirse acompañados en sus momentos más trágicos.
NOTAS

1—Máximo Gómez, El viejo Edua, Instituto del Libro, La Habana 1968, pp. 80, 81
2—Nydia Sarabia, Ana Betancourt, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p. 153
3–Ada Ferrer, Cuba insurgente Raza, nación y revolución 1868-1878, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp. 51 y 52.

José Miguel Abreu Cardet
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